29 mar 2009

Individual de Victro Castro, por Élida Román, El Comercio

Élida Román dedica su columna dominical, Crítica de Arte,  del El Comercio de hoy a Reflexiones Sobre el Nivel del Mar, aquí reproduzco la nota.


CRÍTICA DE ARTE

Individual de Víctor Castro

Por: Élida Román

“Reflexiones sobre el nivel de mar” —que puede visitarse en la galería Lucía de la Puente— es un brevísimo resumen de varios de los modos y estrategias del arte contemporáneo. Su autor, Víctor Castro (México, 1974), reside en el Perú desde el 2005, y lleva realizada una constante actividad artística, debiendo destacarse su gran proyecto interactivo “121 contenedores/Soy un recolector”, que supo convocar, durante dos años, a una multitud de participantes “recolectores”, y cuyo resultado puede apreciarse en el otrora parque Salazar de Miraflores.

Proyecto en que la participación lleva aparejada la instancia subliminal de toma de conciencia hacia aspectos de ecología, de responsabilidad hacia el medio ambiente y también, la muy importante acción de coparticipación, de integración a propósitos comunes con sentido de pertenencia y adhesión al bienestar grupal, a través de una acción cuasi lúdica y de apariencia trivial.

Es una obra de “arte procesal”, en que lo importante ha sido, precisamente, las acciones que llevan a su realización (recordar la memorable “When Attitudes Become Form”, exposición antológica de este arte, en el Whitney Museum de NY, en 1969)

Retomando el comentario sobre la exhibición en galería, encontramos un sobrio, consistente y claro discurso sobre puntos fundamentales del arte de hoy. Se trata de varias obras en que no importa lo novedoso —varias recrean articulaciones ya conocidas—, sino el resultado de su propuesta. Desde la elección por el “objeto encontrado” (el “objet trouvé” de Schwitters), desde el guijarro hasta el desecho industrial, hasta la opción minimalista que se encuentra en los delicados dibujos, Castro consigue reformular estas formas, y asignarles otro contenido, bien como parte de una de sus creaciones-invenciones, o en sí mismas con el agregado de su gesto al indicarlos y mostrarlos con nueva dimensión.

Lo que felizmente consigue este joven artista es provocar y organizar conceptos, lograr dirigir mirada y pensamiento a través de una poética que elude los alambiques retóricos y se esfuerza y consigue éxito a través de la formulación sencilla y clara. Logra abstracciones que dejan un sedimento de reflexión y, por consiguiente, contribuyen a un mecanismo de atención y reorganización dócil.

Por todo esto es fácil encontrar en estas obras, en este conjunto breve y contundente, un sentido pedagógico que quizás su autor no se ha propuesto, pero que es significativo a través de sus expresiones.

Aun en la utilización de intertextos, y hasta en el gesto divertido del uso de pinzas para ropa “sujetando” las líneas, no hay pretensión impactante, sino natural empleo de lo posible.

Como colofón a su oferta, Castro ha escrito en el muro, al término de la muestra, una invitación para salir del recinto de la galería, caminar unos pasos hasta llegar bajo la enredadera al final de la vía y allí, girando el rostro, mirar al espacio inmenso, el mar. Descubrir lo cotidiano, solo por detenerse a “mirar” y vivir esa mirada.

Una buena experiencia a base de conocimiento, sensibilidad e inteligencia.

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